Esta galaxia espiral llamada LEDA 2046648, está situada a poco más de mil millones de años-luz de la Tierra en la constelación de Hércules.
07 February 2023
Uno de los principales objetivos científicos de Webb es observar galaxias lejanas y, por tanto, antiguas, para comprender los detalles de su formación, evolución y composición. La aguda visión infrarroja de Webb ayuda al telescopio a mirar hacia atrás en el tiempo, ya que la luz de las galaxias más antiguas y distantes se desplaza hacia longitudes de onda infrarrojas.
Esta imagen del telescopio espacial James Webb de la NASA, ESA y CSA está repleta de galaxias y estrellas brillantes coronadas por las seis puntas de difracción características de Webb. La gran galaxia espiral que aparece en la base de esta imagen está acompañada por una profusión de galaxias más pequeñas y distantes, que van desde espirales completas hasta simples manchas brillantes. Llamada LEDA 2046648, está situada a poco más de mil millones de años-luz de la Tierra, en la constelación de Hércules.
La comparación de estos fósiles galácticos con las galaxias modernas ayudará a los astrónomos a comprender cómo crecieron las galaxias hasta formar las estructuras que vemos hoy en el Universo. Webb también sondeará la composición química de miles de galaxias para arrojar luz sobre cómo se formaron y acumularon los elementos pesados a medida que las galaxias evolucionaban.
Esta observación formaba parte de la campaña de puesta en servicio del espectrógrafo NIRISS (Near-InfraRed Imager and Slitless Spectrograph, en inglés). Además de realizar actividades científicas por sí mismo, NIRISS apoya observaciones paralelas con la cámara infrarroja cercana (NIRCam) de Webb. NIRCam captó esta imagen de galaxias mientras NIRISS observaba la enana blanca WD1657+343, una estrella muy estudiada. Esto permite a los astrónomos interpretar y comparar los datos de los dos instrumentos diferentes, y caracterizar el rendimiento de NIRISS.
Si hablamos de galaxias en forma de espiral, recientemente el astrónomo Ichi Tanaka, investigador del telescopio Subaru, estaba trabajando la noche del 18 de enero cuando la cámara que tienen instalada en el observatorio de Mauna Kea, en Hawái captó una espectacular espiral azulada y luminosa cruzaba el cielo nocturno: “Eso es lo que vi y fue un evento asombroso para mí”, contó Tanaka cuando el Subaru compartió el vídeo en redes sociales.
Según explicaban los científicos del Observatorio Astronómico Nacional de Japón: “La espiral parece estar relacionada con el lanzamiento de un nuevo satélite por parte de la empresa SpaceX”. Los cálculos no ofrecían dudas: justo se encontraba en la trayectoria del último lanzamiento de la compañía de cohetes del magnate Elon Musk, cuando un cohete Falcon 9 puso en órbita un satélite militar de GPS.
Esa vistosa forma, con la apariencia de una pequeña galaxia, surge cuando la etapa superior del Falcon 9 expulsa el combustible remanente durante su largo descenso hacia el océano, por lo que se descarta que fuera un fenómeno misterioso y mucho menos una pequeña galaxia.
Los satélites Starlink, también de Musk, aspiran a convertir los cielos en una gigantesca red de wifi accesible en casi cualquier punto del planeta, gracias a decenas de miles de aparatos en órbita. Pero todas estas acciones tienen consecuencias negativas. La Oficina de Responsabilidad del Gobierno de EE UU publicó un informe en septiembre en el que señala que este aumento de la actividad espacial provocará que se multiplique la chatarra orbital, las emisiones contaminantes en la alta atmósfera con efectos nocivos desconocidos y el perjuicio a la astronomía. “Los satélites pueden reflejar la luz solar y transmitir señales de radio que obstruyen las observaciones de los fenómenos naturales”, concluía el informe.