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Jaua-Sarisariñama: el tepuy venezolano donde la noche guarda secretos cósmicos
El elemento más llamativo del parque son sus simas, enormes cavidades circulares abiertas en la roca de los tepuyes, como la Sima Mayor de Sarisariñama.
En pleno corazón de la Amazonía venezolana, lejos de las rutas turísticas convencionales, se levanta un paisaje que parece sacado de otro planeta: el Parque Nacional Jaua-Sarisariñama. Sus tepuyes, mesetas de arenisca milenaria, emergen sobre la selva como gigantes de piedra. Pero no solo la geología de este rincón fascina: bajo uno de los cielos más oscuros de Sudamérica, Jaua-Sarisariñama se perfila como un enclave único para el turismo de estrellas y la ciencia.
Un parque casi inaccesibleEl Parque Nacional Jaua-Sarisariñama se encuentra en el estado Bolívar, al sur de Venezuela, cerca de la frontera con Brasil. Creado en 1978, protege más de 3.300 km² de selva virgen y montañas de arenisca, en un territorio habitado ancestralmente por pueblos indígenas Ye’kuana y Sanema. El acceso es extremadamente limitado: no existen carreteras y solo se llega en avioneta o con permisos especiales para expediciones científicas. Esta dificultad para visitarlo ha conservado un entorno prácticamente intacto, donde la naturaleza reina sin interferencias humanas.
El misterio de las simas o los agujeros gigantesEl elemento más llamativo del parque son sus simas, enormes cavidades circulares abiertas en la roca de los tepuyes. La más conocida, la Sima Mayor de Sarisariñama, alcanza más de 350 metros de diámetro y 350 de profundidad. En su interior se ha formado un ecosistema aislado, con especies de plantas y animales que no existen en ningún otro lugar del mundo. Estas simas son objeto de estudio geológico y biológico, pero también alimentan la imaginación: observar las estrellas desde la cima de un abismo así es una experiencia que conecta con el misterio y la inmensidad del cosmos.
Simas o agujeros gigantes del Parque Nacional Jaua-Sarisariñama / Crédito: César Díaz Un cielo oscuro sin igualLa remota ubicación de Jaua-Sarisariñama lo convierte en un auténtico santuario de oscuridad. La contaminación lumínica es inexistente, lo que significa que en una noche despejada es posible contemplar con nitidez la Vía Láctea, las Nubes de Magallanes, la constelación de la Cruz del Sur y miles de estrellas invisibles en áreas urbanas. Para los amantes de la observación astronómica, este enclave es comparable a otros destinos icónicos de astroturismo en América Latina, como el desierto de Atacama en Chile o la Tatacoa en Colombia, pero con un plus de exclusividad: aquí, la sensación de aislamiento multiplica la intensidad de la experiencia.
Conservación y futuro del astroturismoA diferencia de otros destinos que ya cuentan con infraestructuras para recibir visitantes, Jaua-Sarisariñama sigue siendo un parque protegido y de difícil acceso. Esto plantea un desafío: ¿es posible desarrollar un astroturismo sostenible en un lugar tan frágil? Expertos en conservación coinciden en que solo sería viable con proyectos muy limitados, enfocados en la ciencia, la educación ambiental y el respeto a las comunidades indígenas que habitan la región.
Sin embargo, el potencial está ahí. Lugares remotos como este demuestran que el cielo nocturno puede convertirse en un motor de desarrollo sostenible si se gestiona con cuidado. La simple idea de viajar para contemplar un cielo virgen en uno de los rincones más biodiversos del planeta ya es, de por sí, una experiencia transformadora.
Un destino para soñarAunque hoy pocos viajeros han pisado este parque nacional, el solo hecho de conocer su existencia inspira. En un mundo donde las luces de las ciudades han borrado la oscuridad natural, pensar en lugares como Jaua-Sarisariñama es recordar que aún quedan rincones en los que las estrellas pueden brillar con la misma intensidad que lo hacían hace miles de años.
Para quienes buscan destinos fuera de lo común, el tepuy Sarisariñama no es solo un viaje físico, sino un viaje al pasado geológico de la Tierra y, al mismo tiempo, una ventana abierta al universo. El futuro dirá si este tesoro venezolano se convierte en referente del turismo de estrellas en Sudamérica